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viernes, 13 de septiembre de 2019

El arte, La performatividad y la incorporación


La autora Judith Butler, mediante su teoría de la performatividad, busca visualizar como desde las diferentes posturas LGBTIQ, la identidad de género, la orientación sexual, se expresa una construcción social, cultural e histórica que no son naturales e inherentes al ser humano.
En este sentido, estas expresiones e identidades, son actos performativos, que en sí no son libertades individuales ni únicas, sino que son muestra de  la tradición y construcción  culturales y sociales.
Ahora bien, dado que el género y las expresiones sexuales se encuentran vinculadas a constructos de la sociedad, implican per sé comportamientos aceptados en comunidad, de acuerdo a las categorías e identidades que se han construido conforme al cuerpo.
La autora establece que el género es performativo en cuento responde a fenómenos que se reproducen o reconstruyen a medida del tiempo, por tanto no es algo con lo que se nazca de manera natural. El género desde esta perspectiva es construido por actos, pueden transformarse mediante cambios en estos comportamientos cotidianos.
En este sentido lo que autora propone es desnaturalizar las concepciones del género y todas otras que se construyan a partir de lo femenino y lo masculino como cuerpos sexuados, dado que no permiten expresiones diferentes de género e identidad sexual. Esto rompiendo con moldes creados culturalmente, defendiendo cualquier tipo de identidades, incluso aquellas que no se ajustan a ningún discurso.
Por otro lado, se analiza la redefinición del termino Queer, desde sus inicios como una palabra peyorativa de origen inglés que fue usada hacia las expresiones sexuales diferentes, salidas de lo normativo, como el homosexualismo, significando algo raro.  Renace como una crítica tanto a las identidades sexuales hetero como a las homosexuales, visualiza como las categorías gay y lesbiana, son excluyentes por cuanto son rígidas y no permiten otras identidades matices.  Sin embargo, la autora no solo se queda en la performatividad como algo exclusivo del género, también la raza, como la normatividad del comportamiento asociados a ciertos grupos raciales.
Por otro lado, el autor Pierre Bordieu, muestra como los cuerpos además de ser construcciones sociales, son muestras de dominación, formas de definición del mundo, dividir entre lo positivo y lo negativo, débil y fuerte, superior e inferior.
Las formas en que los cuerpos son reconocidos a través de la historia, la vagina como falo invertido, los cinturones del renacimiento, como símbolo de pureza y castidad, protección de lo prohibido, las relaciones sexuales, representan en sí dominación y es justamente por esa división entre lo masculino y lo femenino, expone un papel del amo y el sumiso, desde el acto de la penetración, como algo que es poseído y por tanto sujeto a poder.
Tal dominación ha sido naturalizada, la negación de la parte femenina de los cuerpos másculinos ha intentado ser suprimida, a partir de una virilidad construida socialmente como alguien dominante, fuerte, rígido. Por otro lado, la mujer ha sido construida de manera normativa en cuanto a su papel en la sociedad como esposa, madre de familia, como un ser obediente, correcta, sumisa.
Se ha establecido una feminidad de sumisión, como algo diminutivo, algo que ha sido enseñado y naturalizado a través del tiempo con actos tan cotidianos, como el vestir, hablar, mirar, caminar, pararse, sentarse, todos dirigidos a asumir una dominación impuesta.
Ahora bien, desde diferentes expresiones cotidianas, como la danza, se pueden observar los conceptos anteriormente mencionados, un ejemplo de esto es el grupo Ballet Folklórico de Veracruz Alma Jarocha, quienes dentro de sus danzas incluyen hombres vestidos de mujeres danzantes, quienes con sus faldas, sus tacones, maquillaje, gestos representan a la feminidad del baile.
En este caso los cuerpos se muestran no como una forma rígida, sino como algo performativo en el sentido que son capaces de ser transformados y no necesariamente deben ser encasillados dentro de un género u otro. Los cuerpos mediante el baile construyen su propia identidad, cambiante entre lo femenino y lo masculino.

Por otro lado, Anna Sampson, fotógrafa ha realizado diferentes trabajos donde el género es un juego más de la escenografía, es un acto de rebeldía donde muestra que el género cualquiera que sea su expresión más allá de evitar exclusiones es limitante y se queda corto ante la diversidad.
Este trabajo va más allá de mostrar lo cambiante que puede llegar a ser el género y expone a cuerpos masculinos dentro de una imagen sexualizada, objetizada, como ocurre con los cuerpos femeninos. Anna Sampson, muestra el género como una paleta de colores que puede usarse para retratar un paisaje, puede mezclarse, no es algo radical que se limite a dos posiciones.


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