De caminar lento, sonrisa
sarcástica, vestuario algo místico, infaltable sombrero de plumas, maleta de
cuero, cigarrillos, cabello desordenado, viajero y narrador de historias por
vocación.
Luis creció entre calles sin
pavimentar, en un barrio que en las noches parecía un pesebre, San Cristóbal al
Sur oriente de Bogotá, estaba lleno de
luces y casas de lata como él dice. Su madre, incondicional apoyo, sabia sin
haber estudiado nada, su padre nunca lo conoció, a cambio tuvo varios tíos, uno
de ellos Luis Alberto, el tío oveja negra de la familia, murió muy joven, el
más allegado a Luis, el que le dejó como herencia el sombrero con plumas que
nunca se quita.
A Luis no es difícil encontrarlo
y mucho menos sentarse a hablar con él, aunque según dicen él no habla con todo
el mundo, pasa por odioso y a veces sarcástico. Digo según dicen porque a mí no
me consta, para mi es una de las personas más impactantes e increíbles que han pasado por mi vida. Es
por eso que no creo lo que dicen sobre esa actitud de Luis, porque conmigo no
fue así, es solo que él como muchas otras personas es de temperamento fuerte,
es persona de amores y odios pero los que tenemos la oportunidad de apreciarlo y
conocerlo un poco sabemos que detrás de esa impresión de tipo rudo e insensible
hay una persona que pese a haber pasado varios años por la academia y de saber
lo sabe, es un tipo que los viernes en
una especie de cantina, después de
varios tragos con sus personas más allegadas llora, putea, canta y se ríe.
Ama los libros, el café, la
cerveza y los cigarrillos, pero odia lo posmoderno y esa gente a la que él
llama “los chocolocos” que finalmente son hippies, que pintan de posmodernos,
que fuman y meten psicodélicos para sentirse “plays” y libres. A simple vista
es una persona callada, es distraído, sus temas favoritos son el tiempo, la
magia, los ritos, San Miguel y la catástrofe de Armero. Puede pasar horas
hablando de eso, con tal misterio y pasión que logra atrapar incluso a aquel que no sepa nada de
Antropología.
La antropología ha absorbido su
vida, se ha vuelto su compañera permanente, lo demuestra cuando dice que todos
sus acontecimientos importantes han tenido vínculos con la antropología. Esta
lo unió con su madre, pues ella sabía muchas de las historias que el vendría a
estudiar tiempo después. Trajo consigo el amor en una salida de campo, que
aunque no resulto, tuvo un fruto llamado Arturo, su hijo, resultado del amor de
dos antropólogos. Luis no habla mucho de esa historia, pero si dice que es una de las cosas más bonitas que le ha
pasado, que tener a Arturo le puso algo de orden a su vida.
Cuenta como quien susurra que
alguna vez en sus salidas de campo, se encontró con alguien que había hecho pacto
con el diablo, que era inmortal. Un hombre ya de edad que tenía lo que llaman
el aura oscura, que causaba cierto temor incluso al nombrarlo. Lo conoció en un
pueblo lleno de paramilitares, una tarde lluviosa cuenta él para dar más miedo,
dice que al presentarse lo tomo de la
mano y cuando el hombre le dijo su nombre se llamaba igual que él, Luis Alberto
Suarez. En ese instante Luis, el que no había hecho pacto con el diablo, sintió
una fuerza extraña y en ese mismo instante se fue por un momento la luz pero él
no soltó al hombre de la mano por miedo a que le pasará algo.
Luis puede pasar horas hablando
de eso, del miedo que sintió ese día, de los que ha sentido a lo largo de su
carrera. Pero también habla de las cosas que le ha enseñado, de las diferentes
nociones de tiempo de las culturas indígenas, de la cultura colombiana y su
vínculo con San Miguel, que a su modo de ver explica un poco la violencia en
Colombia.
Habla por horas, como contando
cuentos, tiene alma de cuentero, se deja llevar por lo que narra y lo vuelve a
vivir, incluso llora se dispersa y se queda mirando al horizonte con pose de
intelectual. Es de memoria a corto plazo, no recuerda las citas, los correos ni
los horarios, pero si recuerda cada autor que leyó y cada canción que lo marcó,
las declama como poemas de repente en la mitad de la clase, simplemente porque
según él algún vínculo tiene con lo que está hablando.
Luis a sus 38, vive en presente,
dice que la vida es corta como sus cigarrillos, que la magia esta en todos
lados solo que no todo el mundo tiene la capacidad de verla. Habla de la
melancolía y llora disimuladamente, luego se ríe y le da vergüenza. De vez en
cuando bebe y se permite decir sandeces con los más cercanos, es en ese momento
cuando Luis a sus 38 es un niño que se
pregunta sobre todo lo que lo rodea y ahí nace la inspiración para muchas de
sus tesis de antropología.
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