Entreletrascaí

viernes, 13 de septiembre de 2019

DEL SOMBRERO, EL TIEMPO Y LA MAGIA


De caminar lento, sonrisa sarcástica, vestuario algo místico, infaltable sombrero de plumas, maleta de cuero, cigarrillos, cabello desordenado, viajero y narrador de historias por vocación.
Luis creció entre calles sin pavimentar, en un barrio que en las noches parecía un pesebre, San Cristóbal al Sur oriente de Bogotá, estaba  lleno de luces y casas de lata como él dice. Su madre, incondicional apoyo, sabia sin haber estudiado nada, su padre nunca lo conoció, a cambio tuvo varios tíos, uno de ellos Luis Alberto, el tío oveja negra de la familia, murió muy joven, el más allegado a Luis, el que le dejó como herencia el sombrero con plumas que nunca se quita.
A Luis no es difícil encontrarlo y mucho menos sentarse a hablar con él, aunque según dicen él no habla con todo el mundo, pasa por odioso y a veces sarcástico. Digo según dicen porque a mí no me consta, para mi es una de las personas más impactantes  e increíbles que han pasado por mi vida. Es por eso que no creo lo que dicen sobre esa actitud de Luis, porque conmigo no fue así, es solo que él como muchas otras personas es de temperamento fuerte, es persona de amores y odios pero los que tenemos la oportunidad de apreciarlo y conocerlo un poco sabemos que detrás de esa impresión de tipo rudo e insensible hay una persona que pese a haber pasado varios años por la academia y de saber lo sabe, es  un tipo que los viernes en una especie de cantina,  después de varios tragos con sus personas más allegadas llora, putea, canta y se ríe.
Ama los libros, el café, la cerveza y los cigarrillos, pero odia lo posmoderno y esa gente a la que él llama “los chocolocos” que finalmente son hippies, que pintan de posmodernos, que fuman y meten psicodélicos para sentirse “plays” y libres. A simple vista es una persona callada, es distraído, sus temas favoritos son el tiempo, la magia, los ritos, San Miguel y la catástrofe de Armero. Puede pasar horas hablando de eso, con tal misterio y pasión que logra  atrapar incluso a aquel que no sepa nada de Antropología.
La antropología ha absorbido su vida, se ha vuelto su compañera permanente, lo demuestra cuando dice que todos sus acontecimientos importantes han tenido vínculos con la antropología. Esta lo unió con su madre, pues ella sabía muchas de las historias que el vendría a estudiar tiempo después. Trajo consigo el amor en una salida de campo, que aunque no resulto, tuvo un fruto llamado Arturo, su hijo, resultado del amor de dos antropólogos. Luis no habla mucho de esa historia, pero si dice  que es una de las cosas más bonitas que le ha pasado, que tener a Arturo le puso algo de orden a su vida.
Cuenta como quien susurra que alguna vez en sus salidas de campo, se encontró con alguien que había hecho pacto con el diablo, que era inmortal. Un hombre ya de edad que tenía lo que llaman el aura oscura, que causaba cierto temor incluso al nombrarlo. Lo conoció en un pueblo lleno de paramilitares, una tarde lluviosa cuenta él para dar más miedo, dice que al presentarse  lo tomo de la mano y cuando el hombre le dijo su nombre se llamaba igual que él, Luis Alberto Suarez. En ese instante Luis, el que no había hecho pacto con el diablo, sintió una fuerza extraña y en ese mismo instante se fue por un momento la luz pero él no soltó al hombre de la mano por miedo a que le pasará algo.
Luis puede pasar horas hablando de eso, del miedo que sintió ese día, de los que ha sentido a lo largo de su carrera. Pero también habla de las cosas que le ha enseñado, de las diferentes nociones de tiempo de las culturas indígenas, de la cultura colombiana y su vínculo con San Miguel, que a su modo de ver explica un poco la violencia en Colombia.
Habla por horas, como contando cuentos, tiene alma de cuentero, se deja llevar por lo que narra y lo vuelve a vivir, incluso llora se dispersa y se queda mirando al horizonte con pose de intelectual. Es de memoria a corto plazo, no recuerda las citas, los correos ni los horarios, pero si recuerda cada autor que leyó y cada canción que lo marcó, las declama como poemas de repente en la mitad de la clase, simplemente porque según él algún vínculo tiene con lo que está hablando.
Luis a sus 38, vive en presente, dice que la vida es corta como sus cigarrillos, que la magia esta en todos lados solo que no todo el mundo tiene la capacidad de verla. Habla de la melancolía y llora disimuladamente, luego se ríe y le da vergüenza. De vez en cuando bebe y se permite decir sandeces con los más cercanos, es en ese momento cuando Luis a sus 38 es un niño que  se pregunta sobre todo lo que lo rodea y ahí nace la inspiración para muchas de sus tesis de antropología.

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