Cuerpos. Son solo eso, huesos y piel.
No existe culpa, porqué habría de
sentirla, eran cuerpos tristes, yo les di vida. No me arrepiento, yo más que
nadie he sabido hacerlos feliz, vivo de eso, quien mejor que yo para cumplir
sus más oscuros deseos, ser su principio y fin.
¿Quién soy? La noche, la
innombrable, la felicidad secreta de los hombres casados y los solteros, de una que otra chica
confundida, soy calle, soy luces rojas, soy bebidas gratis, soy polvo, soy rojo
carmín en camisa blanca, soy su escape, su vida, amor a cuotas.
¿Que como me llamo? A veces Lulú, también Sofía, Andrea, Laidy, María, Magdalena, finalmente que importa como
sea mi nombre, soy sexo, sudor,
gemidos, billetes, lo que el dinero y usted desee que sea.
Ocho y treinta, ya lista para
para vender, carmín en la boca, tacones altos, tal vez un pase para dar impulso.
Empieza la música, me deslizo, me
anuncian, todos aplauden, me tocan, me tiran dinero, anillos, cartas, besos,
sueños, sobre todo eso. Termina el show, bajo al público, me aclaman, desde el
alcalde hasta el actor, todos tan iguales, el gringo, el negro, la puritana, la
casada, el casado, el ejecutivo, todos me buscan, me requieren. Siempre es lo mismo, hablas y bebes en cinco
minutos, concretas, convences y listo el servicio, cien el cuarto de hora,
negociables, claro, dependiendo la noche.
A veces solo quieren hablar, de
sus familias, de su trabajo, pagan para que los escuche, son tan miserables y
yo tan sublime. Otros solo quieren
cenar, compañía, eso es lo que pagan la mayoría. Yo los leo, los beso, los
escucho, los aconsejo, los abrazo, los amo por un instante, son míos, yo soy
suya, por quince minutos o lo que les alcance el billete, quizás para siempre.
Todo esto es un rito, yo soy su
diosa, su ofrenda, su vida, no quiero su dinero, es sucio, no sirve para nada,
quiero su último suspiro, deseo ser su última complaciente, su final deseo. Los
beso, los bautizo con mi lengua que se desliza por todo su cuerpo, los tatúo,
los marco. Después de la gran iniciación, algunos dejan de interesarme, Dios
también pierde interés en algunos de sus fieles, no todos podrán ser
eternos.
Cierro el rito con agua, como
todos los demás cultos, sigue el carmín pero más tenue, gotas rojas en mi cuerpo,
rojo oscurito mi color favorito, el agua la vuelve más clara hasta diluirla y
casi desaparecerla. Huele a vida, vida después del sexo, que ironía. Suena el
teléfono, dejó que timbre un par de veces, aún estoy en trance, sigo
trabajando, estoy con un cliente, o con el que era un… bueno en fin
, aquel que
ahora es parte de mí, de mis secretos, de mi jardín.
Desnuda salgo con él, a ver las
estrellas, lástima que no pueda decir nada, sigue tibio, conserva mi calor,
oculto su cuerpo para que solo quede el recuerdo de su último ruido, suspiro,
la sonrisa en la cara, el placer. Suena la puerta, debe ser la vecina, siempre
anda pendiente de lo que no le importa,
ya se lo que vendrá, sospecha algo, siempre mira como si supiera algo, que busque
lo que quiera, solo encontrara mis feligreses, mis fieles o lo que solían ser
antes de ser inmortales.
Suenan sirenas, ambulancias, debe
ser algún incendio, o la vecina, quien sabe. Suena la puerta, es un oficial,
acompañado de la vieja del lado, los invito a seguir, les ofrezco café para ser
cordial, tal vez ese policía pueda ayudarme con
mi problema del tubo roto en el jardín. Lo dirijo hacia allí, le
advierto que tenga cuidado con pisar mis entierros, así los llamo, me arregla
el tubo, que bueno es, le doy las gracias y le entrego una de mis tarjetas,
sonríe agradecido, seguramente se convertirá en uno de mis feligreses.
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